Sabía, con dos meses de anticipación, que me iba a vivir una experiencia
Life Style conduciendo un deportivo por la Umbria italiana. Eso significaba
hacerme con unos guantes de cabritilla para conducir, un par de foulard para el
pelo y unas gafas XXL para el sol. Todo lo sabía, pero todo lo olvidé.
Cuando me enseñaron el programa con su museo de la trufa, su spa en
termas romanas, cena con un embajador y el Jaguar F-Type descapotado, pensé que
nada era necesario. Sólo relajarme y disfrutar. Se trataba de reproducir en mis en mis sentidos, la vida que puede llevar el propietario de uno de esos bellísimos coches
de lujo.
El punto de encuentro era un helipuerto privado en las afueras de Roma. Recorrer 270 km en coche, es agotarse. Así que, teniendo helicópteros, para qué
queremos autopistas. Llegar a Perugia, lugar a explorar por carretera junto a mi
copiloto y amiga Gema Veiga, fue reposar la adrenalina del vuelo. No sé qué pensará
Letizia, que fue una periodista de clase media como yo, ahora que frecuenta el
helicoptero como antes el metro, pero yo creo que el helicóptero está fenomenal.
Y fenomenal, es la cara que se me puso cuando me dijeron que era usufructuaria
durante 48 horas de un Jaguar F-Type descapotado blanco que corría como los jet
supersónicos y que tenía un botón para activar todo el excitante
ruido-bramido de los dos tubos de escape. No quise perturbar la paz que se
respiraba por la tierra natal de San Francisco de Asis y evité hacer, desde el
cariño lo digo; lo que algunos podrían denominar, dado su desconocimiento, como “macarra”. Sé que esto no les gustará a los locos de las cajas de cambio e incluso a los Alfa, pero lo digo desde el cariño y la admiración por los coches que rugen porque el mío también rugía pero con delicadeza y lo justo. Preferí ir respirando el olor de los
robles, hayas y zarzales que íbamos recorriendo por un paisaje unas veces
montañoso y otras completamente plano, pero siempre muy verde con pueblitos de piedra
salpicados entre la vegetación.
Dormir en el antiguo convento de Santa Catherine en Assisi, que ahora es
el NUN hotel museo que abrió hace dos años, con su spa de piedras romanas
antiquísimas, dejarse dar un masaje de pies y oler a lavanda, es placer de
Dioses. Visitar las instalaciones de una empresa trufera Urbani, con tal volumen
de trabajo que recibe trufa de Soria para sus preparados y que sólo abre sus
puertas para eventos muy especiales, como este de Jaguar es ponerse el lujo por montera. Me pasé la comida admirando la chaqueta de Chanel y las joyas de Olga Urbani, que está rehabilitando una casa en sus posesiones, con vistas al cementerio donde está enterrado su padre. Visitar las bodegas
Tenuta Castelbuono que imitan el caparazón de una tortuga enmedio de unas viñas
recias de la Umbria italiana también fue estupendo, aunque no catáramos sus caldos. Asistir al ocaso de la tarde en la Torre di
Moravola donde tomar un refrigerio tan life style que hasta el puré era apto
para celíacos y ver un video de Lana del Rey, que conduce un F-Type en rojo, proyectado en un muro de piedra era tocar el cielo con los Jimmy Choo llenos de peonías de Veiga.
Y terminar cenando en la residencia del embajador británico en Roma, en
Villa Wolkonsky de 1890. Un hombre gentil, Her Britanic Majesty´s Ambassador
Christopher Prentice, que había expuesto los cuatro bólidos de la casa, el
C-Type, el primer Jaguar que se hizo para competir, de ahí tomó la letra C,
luego vendrían el D, el E y el F, todos Types y todos bellísimos, en su jardín
de influencia toscana y acompañados por un trío femenino de cuerda, era como estar en Inglaterra con vistas al Vaticano.
También, teníamos motivos para celebrar que entre el penúltimo y el
último descapotable de Jaguar, han pasado 50 años. Gracias a Julian Thomson,
un gentleman que adora a Almodovar y vivió en Sitges y que nos acompañó en este exquisito viaje, pudimos comprobar lo que es el lujo en
coche y gracias a Belén de Lacalle y a Gordon, que nos hicieron un programa Life
Style ad hoc y así pude saber qué sienten Carlota Casiraghi y sus amigos cuando
viajan. No sé si a ellos se les saltan las lágrimas cuando devuelven las llaves
de su Jaguar, a mi, se me partía el alma. Dónde estará mi Jaguar F-Type?. Manolo
Escobar, cómo te entiendo con la pérdida de tu carro.
Para seguirme en twitter; @cduerto
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