Nueve de la noche, los recios portones de los palacios aledaños; Casa Pilatos, Dueñas y Lebrija, se cierran al paso de sus distinguidos habitantes que se dirigen al Palacete que alberga el Consulado Italiano en Sevilla. Con traje en naranja Veuve Clicqueau hecho a medida en San Pedro de Alcántara, recibe Adelaida de Orleáns a sus cien invitados. En el patio andaluz a la luz de las velas, la Habanera de Carmen deleita a los Peralta y a los duques del bicéfalo título de Anjou, lo comparten con Luis Alfonso de Borbón. La duquesa portuguesa cuenta que fueron convocados para recibir a Carlos de Gales y a su esposa de Cornualles. La república lusa reunía a sus nobles para que el heredero inglés se encontrase como en casa y ellos, nobleza obliga, acudieron prestos. Después de darse un garbeo por los toros, Marichalar con camisa de cuadros, casi de leñador, también se pasó a ver bailar a la hermana de Los Morancos y a charlar un rato de sus cosas con Beatrice, sentados informalmente en un escalón del siglo XVIII. Previamente estuvo atendiendo a las mujeres que le hacen siempre corrillo. Qué éxito tiene, igual que el Marqués de San Vicente del Barco, que mira qué es bonito ese título. Claro que Fernando de Alba cuenta con ventaja porque él invita a croquetas en Dueñas y es raro que nadie se resista.
Desde luego, una fiesta con Los Pickman, Mayda Ybarra, Ignacio Casas y Tomás Terry es un exitazo garantizado y qué decir de la Chata, de las mejores amigas de Cayetana de Alba y con su misma escuela de baile. Qué arte y qué desayunos en los cuartos de Dueñas, es que lo estoy visualizando. La inédita aparición de los Segorbe, mecenas de jardines históricos, fue la burbuja de champagne que remató esta añada espirituosa
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