Por lo demás, la entronización holandesa ha sido protocolariamente emotiva. No sé de dónde han podido salir 30 príncipes, pero allí estaban. Nos ha permitido también comentar los estilismos de la “Red Carpet” real y hacer los listados de mejores y peores.
Destaca la repetición del Valentino de Máxima para cenar el día antes de ser reina, siempre es curioso este tipo de cosas y su análisis. No entiendo aún por qué no aprovechan para ponerse un traje de moda holandesa, no te digo el típico de refaja, mandil y zueco, sino un Viktor & Rolf por ejemplo. Pero estuvo bien el guiño a la austeridad con su traje usado junto a esas impresionantes joyas que no parecen de este mundo. El disparate de Mette Marit, el luto riguroso con encajes de Letizia, que repitió al día siguiente pero en gris perla y con un plato de postre rematado en flor de flamenca en el pelo o la austeridad casi regia medieval de Mari Donaldson, también estuvieron en los comentarios sociales. Otro detalle bonito fue la celebración de la última cena, como príncipes de Orange, en el Rijskmuseum porque su restauración ha sido española y la gran lazada del vestido beig del día de la entronización de Máxima.
Y del estilismo a las albricias y alharacas colectivas. Día de exaltación monárquica en naranja, que prueba que es mejor suceder al primogénito en vida porque ya se ve que es una fiesta mundial, que no cuando muere, que se convierte en un funeral todos de negro y llorando. Con esa pena, no te puedes alegrar de ser rey / reina y al pueblo se le impide gritar de emoción.
Reyes del mundo, abdicar a tiempo, como hacen en Holanda, para que los herederos lo hagan contentos y la ciudadanía coma perdices.
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