Independientemente de ese parecido que ambas tienen, si alguien me dice que comparten cirujano, estilista y asesor de marqueting, me lo creo. Es como si llevasen vidas paralelas, son profesionales independientes que se casan con hombres llamados a colocarse una corona, sucesores de algo tan intangible como una monarquía. Ellos llevan toda la vida preparándose, ellas aprenden sobre la marcha.
Tanto
Rania como Letizia parecen seguir el mismo libro de marquetin, esa llegada a lo
grande, ese intento por no ser florero, por tomar parte activa e incluso, la
iniciativa, con una puesta en escena de vestidos, coronitas y colores que el
tiempo las ha relegado a ir un paso por detrás. No ha gustado tanto
protagonismo y tanto cortar la palabra. Los que ocupan el cargo son los maridos
y eso cuesta aceptarlo cuando una ha sido preparada para llevar los pantalones
y tomar las decisiones.
Ha
costado años y parece que, coincidiendo con las revueltas del mundo árabe y la
crisis económica, lo mejor es pasar a un segundo plano que se hable lo menos
posible de lo llamativo y lo superfluo y que se de
protagonismo a las acciones sociales desvalidos, enfermos, ecología, niños y educación. Como si esos temas fueran de temática femenina y así justificar una existencia que no produzca escozor. Me gustaría saber, por ejemplo, si el marido de Ángela Merkel se dedica a este tipo de acciones en su vida como presidente consorte.
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protagonismo a las acciones sociales desvalidos, enfermos, ecología, niños y educación. Como si esos temas fueran de temática femenina y así justificar una existencia que no produzca escozor. Me gustaría saber, por ejemplo, si el marido de Ángela Merkel se dedica a este tipo de acciones en su vida como presidente consorte.
Letizia
recogiendo donativos para la Cruz Roja y Rania participando en foros contra la
pobreza, son imágenes necesarias para contrarrestar la llamativa presencia de
Corinna, la imputación de Urdangarín o los gastos reales que resultan suntuosos
en unos países debilitados económicamente y socialmente.
Ambas
siguen con sus zapatos con plataforma, melena suelta y el mismo tono de tinte,
pero las dos han comprendido que lo mejor es seguir tomando iniciativas y
dirigir, pero en un segundo plano donde no llamen mucho la atención. Han
adoptado el traje de trabajo en tonos grises, marrones y anodinos para contribuir a esa
invisibilidad. Se acabaron las interrupciones, caminar un paso por delante y
tanto preguntar. Segundo plano e invisibilidad, aunque luego en casa cada uno
lleve sus pantalones.
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