La Casa de Alba presenta nuevos productos
El
AVE salvó a Cayetano de Alba
Por Carmen Duerto
Nada más entrar en el Palacio de Liria en Madrid, centro
neurálgico del actual Duque de Alba, un enorme escudo heráldico en el suelo
recibe al visitante. Cientos de mosaicos de colores forman la leyenda familiar unión
de cuatro grandes Casas, de ellas, la única española es la representada por un
ajedrez blanco y azul el escudo de los Álvarez de Toledo. Pues aún apellidando
el actual duque, Fitz-James Stuart, ha prevalecido la raíz española para
cederle los colores a la línea de productos gourmet que explota la familia;
aceites, miel, turrón, galletas, jamón serrano o fiambres. No todo sale de sus
fincas porque almazaras para el aceite no tienen, ni tampoco obradores para pastas
o turrones, pero sí buenas naranjas, buenos cerdos, rica miel o recias
aceitunas. Juntando las tierras de los seis hermanos ya no se podría cruzar de
norte a sur la península, pero casi. Para ponerlas en valor hace seis años que
comenzó a gestarse la idea de comercializar lo que durante años había consumido
sólo la familia. La duquesa Cayetana, autorizó a que su hijo Cayetano pusiera
en marcha el proyecto de comercializar los productos que daban sus tierras bajo
la marca Casa de Alba. Así hemos llegado hasta aquí y cuando uno entra en el
palacio, se posa encima del enorme escudo familiar, gira a la derecha con
dirección a esa biblioteca donde guardan las cartas de Cristóbal Colón, ante la
que algún americano ha llorado y se para ante las fotos del actual duque con su
exmujer y los niños en la playa o Matilde Solís con el hijo mayor, Fernando, el
día de su graduación en USA, comprende que el recinto de 200 habitaciones en el
centro de Madrid es la casa de una familia pero también de una marca y que el
aceite que llaman lata Zuloaga, está encima de nuestras cabezas. El imponente
cuadro de Cayetana a caballo con cuatro años pintada por Zuloaga y su micky
mouse a los pies del equino está aquí con nosotros decorando una de las
abigarradas paredes del palacio, pero también es una lata de aceite y que la
duquesa de Alba que figura en las galletas, es la misma que cuelga en uno de
los salones forrados en seda adamascada.
Nadie advierte que al entrar en Liria, uno tiene que
tener cuidado en no darse de bruces con la mesa de Napoleón, el silloncito que
fue antigua góndola veneciana o toda la colección de fotografías de reyes y
reinas que han sido parte de la vida social de la familia Alba porque con la
emoción de ver tanta obra de arte por las paredes, uno puede tropezar con todos
esos elementos artísticos. Gracias a que los relojes suenan y están en hora
porque el relojero del palacio Real acude todos los jueves a revisarlos, uno es
consciente de que el tiempo no se ha detenido y que fuera hay una ciudad en
movimiento.
El encargado de presentar las últimas novedades
gastronómicas fue Cayetano Martínez de Irujo, que después de rendir un homenaje
a su madre “le agradezco haber podido pasar sus últimos seis años de vida muy
cerca de ella, la recuerdo cada día” y luego, dio explicaciones sobre su estado
de salud “me siento débil y aún tengo infección. He estado a punto de morir y
verla tan cerca me ha hecho reflexionar mucho. Tengo que empezar a preocuparme
más de mí. He estado en demasiados frentes y he decidido centrarme en la marca
Casa de Alba”. Gracias a que su ex mujer Genoveva Casanova y el doctor Moreno
le convencieron para operarse por segunda vez en Madrid “coger ese AVE me salvó
la vida” ahora puede contarlo.
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