jueves, 30 de julio de 2015

Mi increíble viaje a Glenmorangie

Un viaje de prensa alucinante al mundo del "lujo"

A los 30 minutos de haber llegado a Edimburgo y como no venía nadie a recogernos, puse un SMS a España al responsable de comunicación de bebidas de LVMH, grupo de lujo propietario del whisky Glenmorangie, que es una marca propiedad del grupo del lujo LVMH. Parece ser que en Escocia no se han leído el documento de Excel que enviaron hace dos semanas desde España, con los datos de nuestro vuelo en Iberia Express con llegada a las 10.15. Dos horas más tarde, me llega un SMS en inglés con las indicaciones de nuestra recogida, tenemos que ir a buscar a un chófer que está en el mostrador de Turkys Airline en llegadas domésticas del aeropuerto de Edimburgo. Lo encontramos y nos lleva al hotel Fairmont de Saint Andrews, donde por supuesto, nadie nos espera y donde hay un mostrador corporativo de la marca, donde una azafata nos facilita la llave de la habitación. Tiempo libre hasta las 19h que nos recogen para ir a cenar a la ciudad. En ese momento me llega un mensaje vía twitter de una señorita llamada Paula, a la que no tengo el gusto de conocer y es relaciones públicas de Weber Shandwick que me pide que la siga porque tiene que enviarme un DM, la sigo y por tuiter me convoca a una entrevista en el campo de golf al día siguiente y con el ruego de que se lo comunique al otro periodista español.

La cena, con los responsables de bebidas de los duty free, es muy agradable en el restaurante Rocca con vistas a los hoyos 1 y 18 del Open de golf en St.Andrews. Al día siguiente, recogida en furgonetas y llegada a la carpa de Glenmorangie del campo de golf, donde mi colega entrevista a un embajador de la marca y antiguo golfista y nos vamos a seguir el torneo a pie de campo. Regresamos a la carpa y volvemos al hotel porque a las 17h no recoge una furgoneta para llevarnos de viaje al norte de Escocia a, según nuestro programa, Glenmorangie House, que es una finca estupenda y que es uno de los atractivos de este viaje de prensa amén de conocer las destilerías, después de cinco horas de viaje y de perdernos un poco, llegamos a nuestro supuesto destino. Llueve y mientras sacamos el equipaje salen dos mayordomos para decirnos que nos vayamos, que qué hacemos ahí. Les explicamos que somos huéspedes y nos dicen que es imposible porque la casa está llena. Al ver nuestros programas emitidos por Glenmorangie aceptan con reticencia que pasemos al interior porque hace frío y llueve. Al cabo de unos minutos nos dicen que nos han ubicado en un hotel en un pueblo cercano y que no nos darán de cenar porque ya es muy tarde pero que en el hotel nos prepararán unos sándwiches fríos. Son las once de la noche y llegamos a una casa de piedra muy mona, una especie de Bed and Breakfast, con la habitación en el primer piso con vistas al aparcamiento, agradezco que sea el primer piso porque no hay ascensor y mi maleta pesa. Allí un señor encantador nos prepara unos sándwiches y nos dice que nosotros podemos quedarnos dos noches, pero que para el periodista italiano que nos acompaña sólo tiene habitación para un día. Al día siguiente a las 10.30h nos recoge un taxi para llevarnos a la destilería, que es el motivo del viaje, el taxista pregunta a un operario que manipula unas cajas y nos deja en la tienda de la destilería, allí la dependienta, que también es guía, nos invita a esperar unos minutos hasta que el grupo turístico de las 11h esté formado. Nosotros no pagamos entrada pero los turistas sí. Hacemos un recorrido de media hora por las instalaciones, sin fotos y regresamos al hotel, en el mismo taxi que vinimos. Llegamos al Bed and Breakfast y la recepcionista, que también ha sido la camarera del desayuno, el hotel es muy familiar, nos dice que han llamado de Glenmorangie House para decirnos que escojamos la excursión que queramos; por ejemplo, visitar un castillo, un museo, una ruta caminando…nos enseña diferentes folletos y nos dice que los de Glenmorangie le han explicado que paguemos la excursión, que pidamos los recibos y que luego, ellos nos lo devuelven. ¿Ellos? ¿Quiénes son ellos? Porque hasta la fecha solo hemos tratado con los chóferes, recepcionistas y mayordomos. Mejor nos quedamos en el hostal y damos unos paseos, aprovecho para escribir la crónica de mi experiencia en St.Andrews, que envío al periódico y hacemos tiempo hasta la hora de dormir. Menos mal que, al intentar hacer el cheking on line, nos damos cuenta que nuestro avión sale a las 11h desde Edimburgo y que si nos recogen a las 8h, como pretendían, no volábamos. Vuelta a los mensajes para que nos saquen de allí antes. A las 5.30h de la madrugada llega una furgoneta para llevarnos al aeropuerto. Podría haber sido un coche, que no tienen limitada la velocidad a 50 millas, pero no, es una furgoneta en la que el viaje se hace eterno, pero al menos no hay tráfico como a la ida y tardamos sólo 4 horas. A estas alturas nos da igual si es a las 5 o nos llevan a dormir a las sillas de la terminal, lo que queremos es regresar de una vez.
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martes, 21 de julio de 2015

Miguel Bosé y la vida saludable en ShaWelleness

Miguel Bosé y la vida saludable en el ShaWellness

Por Carmen Duerto (publicado en www.diarioabierto.es) 

Como ya hicieran Alejandro Sanz, Shakira, Kylie Minogue o Barbra Streisand, entre concierto y concierto, Miguel Bosé aprovecha su paso por Alicante para acudir al Sha Wellness Clinic a reponer fuerzas y a mejorar la piel de su rostro. Este fin de semana, cantaba en la plaza de toros de Alicante a las once de la noche y a las dos y media, una furgoneta le llevaba de regreso a Madrid, para estar 48 horas con sus cuatro hijos de cuatro años de edad, antes de volver a la carretera para seguir su gira veraniega de conciertos, con un show en el que repasa su historia discográfica. Por cierto, que Bosé nos comentó que cocina para todo su equipo pero él no prueba esos guisos si no los que se hace siguiendo las directrices del ayurveda.
Bosé no es el único que recala en el ShaWellness para hacerse una puesta a punto, ya han pasado más de 36.000 personas en los siete años que lleva abierto en la localidad alicantina de El Albir. Por ejemplo, Elsa Pataky descubrió en el Sha la macrobiótica que ahora practica o John Galiano llegó a decir que si lo hubiera conocido  antes, posiblemente no se hubiera intoxicado, algún día seguro que cuenta su experiencia en alguna revista norteamericana...
Y es que en esa clínica de la salud te hacen un tratamiento integral, empezando por unas instalaciones blancas y funcionales que proporcionan paz y tranquilidad, unida a la amabilidad y cortesía del personal, más los beneficios de cuidarse por dentro, con la cocina saludable que allí se ingiere y por fuera, con los novedosos tratamientos, como la crioterapia, que consiste en pasar entre dos y tres minutos en una cuba que exhala hidrógeno a -150 grados o el Loncego, hacer ejercicio con un traje que produce descargas para potenciar el ejercicio que se está haciendo, la envoltura con algas, los masajes profundos, el shiatsu, la acupuntura y hasta clases de cocina saludable. Programas que van desde los dos días hasta lo que uno quiera o pueda pagar porque algún ejecutivo ha llegado a instalar, durante meses, su centro de operaciones en el ShaWellness.
Y como dijo recientemente una paciente; “un lugar en el que entras llorando y sales cantando”. Así es Sha Wellness Clinic. La pena es no ser rico para ir una semana cada dos meses.
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martes, 14 de julio de 2015

Fin de semana en Bilbao

Bilbao, quién te ha visto y quién te ve
Por Carmen Duerto

No es que hace unas décadas Bilbao no fuera interesante para el turismo, es que apenas era una ciudad incorporada en las agencias de viajes. El punto de inflexión es el 18 de octubre de 1997, fecha en la que se inaugura el Museo Guggenheim a orillas del río Nervión, desde ese momento la ciudad atrae anualmente a turistas de todo el mundo. El retorcido edificio de Frank Gehry,  que hasta septiembre ofrece una retrospectiva del norteamericano Jeff Koons, se convierte en un polo de atracción internacional. Desde luego no es el único atractivo, también su interesante Museo de Bellas Artes, con exposición de moda hasta septiembre, y al ser Bilbao una ciudad a la medida humana, uno de los mayores placeres lo proporciona pasear por su Gran Vía y comprar un pastel ruso, una palmera de chocolate o un par de trufas en la centenaria pastelería Arrese, fundada en 1852, y así, con energía, llegar hasta la Plaza Nueva o reservar entradas para escuchar cualquier ópera de las que se programan en su Palacio de Congresos y de la Música. Ninguna defrauda gracias a su Asociación de Amigos de la Ópera. La 64 temporada comienza el 24 de octubre de 2015 con Don Carlos de G.Verdi
Capítulo aparte merece su apasionante gastronomía. Toda Vizcaya es un espectáculo gastronómico, pero Bilbao tiene unos cuantos lugares de obligado peregrinaje que hay que conocer y disfrutar. En cuanto a pintxos la oferta es apasionante, hay locales que disponen de una carta de mil pequeños bocados y eso es algo mayestático e incluso, se pueden digerir con un estupendo vino recio de las bodegas Hemar del pueblo de Fuentecén en Ribera del Duero. Donde el “nariz” y propietario, Carlos de las Heras, consigue caldos tan redondos como el Llanum, con uva tempranillo vendimiada en 2012 y del que se han producido 3.500 botellas.
Luego, están los restaurantes que requieren su tiempo para apreciar la obra de arte que a uno le ponen por delante, como el restaurante de Josean Alija, el Nerua con una estrella Michelín, dentro del museo Guggenheim y que dispone de una cocina abierta donde se puede ver la armonía con la que cocinan más de 20 personas de una ONU de nacionalidades y en un mismo espacio dividido por secciones, zona de postres, zona de primeros, de sopas y etc. El salón, con vistas al edificio de Gehry y a la ría, es austero, pero su menú degustación de once platos requiere un tiempo y un espacio propio. Aquí sólo apuntaré que esos tomatitos cherry de diferentes colores, cada uno con una explosión en la boca diferente, son un primer bocado anuncio de unas quisquillas, vainas y melocotón soberbias, como las kokotxas de bacalao con pilpil de berberechos que quisieras repetir pero no puedes porque hay que dejar sitio a un Rabito de cerdo ibérico, con melón y maracuyá que quita el sentido y a unas chalotas en salsa negra que quieres adoptarlas para siempre en el menú de tu casa.
Otro de esos templos gastronómicos que merece una parada es el restaurante de Fernando Canales, El Etxanobe, dentro del palacio Euskalduna, sede de la temporada de ópera. Además de su originalísima decoración, la cocina es de estrella Michelín y el servicio impecable. Su carta es como su chef, con sentido del humor, por ejemplo, el aperitivo que te sirven es un pintalabios de sardina con calimocho. El ajoblanco de almendras marconas con trufa blanca y bolitas de caviar es para llevarse un litro a casa en un tupper y la costilla de cerdito autóctono vasco, que llaman euskaltxerri, se deshace en la boca con un sabor delicioso y ese final de fiesta con la mousse de naranja con chocolate blanco con hidrógeno a -190 grados, es de saltarse las lágrimas. Un espectáculo gastronómico.
Y para bajar todas estas calorías, lo mejor es pedir cita en el Oriental Spa, un lugar que te traslada a la mismísima Tailandia, no sólo porque la decoración sea original e incluso, con verdaderas obras de arte oriental, es que sus masajistas te hacen sentir como en una pagoda tai. El silencio, el entorno en penumbra, el sonido del agua, el olor a incienso, las velitas alumbrando los escalones y las deliciosas manos y extremidades, ya que algunas técnicas requieren que utilicen las plantas de sus pies sobre tu cuerpo, te hacen sentir en la Gloria.
Para alojarse, lo mejor es escoger un hotel céntrico que nos permita ir andando a los lugares emblemáticos. Yo encuentro que el Gran Hotel Dómine Bilbao Silken, un cinco estrellas enfrente justo del Guggenheim, es perfecto. No sólo por su ubicación, luz o grandes ventanales en las habitaciones con vistas al museo, si no por su servicio, limpieza, insonorización y detalles, por ejemplo, en las habitaciones cuentan con DVD de óperas y el desayuno es un espectáculo, en la terraza con vistas al retorcido museo con su perrito Poppy de Jeff Koons, que se instaló para la inauguración y la ciudad lo acabó adoptando como emblema.
Y quizás el único pero que le pondría al fin de semana en Bilbao, es que su aeropuerto sea un despropósito, con goteras y suelo pulido por el que resbalas con el agua que se filtra y que en el tren a Madrid, se tarde más que en el autobús.
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