Entrar
en los 33.000 metros cuadrados de la finca donde se ubica
el palacio de Marivent es entrar en un vergel de ese “trozo de cielo en la tierra” que, según el rey Felipe, es Palma de
Mallorca.
Cuando
traspasas la enorme valla blanca que limita la finca real, te encuentras con un
trozo de monte perfectamente cuidado con una inmensa pinada, donde no hay ni
una hoja seca por los caminos que lo surcan, con enormes pinos y bancales de
tierra perfectamente labrada en donde crecen caquis, manzanos, higueras, limoneros,
naranjos, granados, nísperos y hasta mangos. Por haber hay hasta huerto y una
colección de bonsáis del Rey Juan Carlos y lamentablemente, porque fue una de
las cosas que pregunté, podemos asegurar que no hay gallinas, tan sólo perros.
Con
la vida que las gallináceas le dan al embajador francés en España, nuestros
Reyes no parece que de momento sigan la moda francesa en sus jardines.
Siguiendo con el vergel, hay tanta fruta que pueden hacer mermelada para toda
la familia e incluso, regalar a sus invitados. También hay flora ornamental
formando espesos setos con pascuelos rojos, rosas de pitimini, buganvillas de
colores, adelfas y unas florecillas diminutas que vulgarmente se llaman enseña
nacional. Los setos de coníferas, especialmente los que rodean al palacio
principal, ya que la finca está salpicada de edificaciones para el servicio,
oficinas y residencias de los distintos familiares reales, están recortados en
forma de bolas. Hay también un cruceiro de piedra y asientos de cerámica, junto
a una enorme jaula para perros que está pegada a la zona donde se expone la
colección de bonsáis
del rey Juan Carlos.
Las
dimensiones son tan grandes y las cuestas de los diferentes caminos tan
pronunciadas, que hay carritos de golf blancos para facilitar el desplazamiento
por el terreno. Por cierto, que también me llamó la atención que aún
conservaban colgada del balcón principal de Marivent una enorme palma del
Domingo de Ramos, junto al mástil en el que ondeaba un pendón granate que no
era la bandera nacional, ni la enseña balear, era el escudo de armas del nuevo
rey.
Les
puedo asegurar que las instalaciones están perfectamente cuidadas, que es un
trozo de paraíso con playa y embarcadero en un promontorio elevado con vistas
al Mediterráneo y con unas puestas de sol para quedarse a vivir allí para
siempre. Y aunque tenga enfrente un Mercadona, una gasolinera y los enormes
contenedores de DHL, traspasas los muros blancos y accedes a otro mundo, tan
solo un defectillo, que entra del mundo exterior un nauseabundo olor a
alcantarillas, al parecer las están arreglando, eso unido al calor y a que ya
se sabe que las zonas de mar, al parecer, son proclives a estos olores y el
resultado es que huele fatal en las inmediaciones al muro blanco.
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