“Miguel no se ha dado
cuenta que se moría”
@cduerto publicado en www.diarioabierto.es
A Isabel Preysler le consolaba saber que “Miguel
no se ha dado cuenta que se moría. No ha sufrido nada” pero eso no le resta
ni un ápice de pena. Está destrozada, ha tenido tres maridos pero Miguel Boyer,
sin duda, ha sido el amor de su vida. Ella que es como una geisha con los
suyos, que los cuida y que se desvive por su gente, ha perdido al hombre que
renunció a su carrerón político, en parte, motivado por ella y también porque
era incompatible con el todopoderoso Alfonso Guerra, vicepresidente del
gobierno en aquellos momentos.
En su larga vida profesional como economista, Miguel
Boyer sólo fue tres años ministro del gobierno socialista de Felipe
González y así es como está siendo recordado y como pasará a la historia. El
hombre que tenía capacidad para llevar él sólo y al mismo tiempo tres
ministerios, Economía, Hacienda y Comercio, se ganó a pulso el apodo de “súper
ministro”. Al hacer balance en estos 75 años que ha vivido se puede decir que,
aquella noticia que su sociedad no admitió en un principio porque rayaba lo más
peregrino que uno pueda imaginar, la unión de un intelectual con semblante
serio, seco pero con retranca en las distancias cortas y de perfil bajo con la
mujer más mediática y más fotografiada de España, ha sido una gran historia de
amor. Eso sí que era juntar peras con
manzanas.
Nacer en Francia en el exilio con mimbres tejidos en la
izquierda republicana tenía que ser definitivo para que Boyer derivase en el
socialismo y estar en el sitio apropiado a la hora precisa, más su excelente
preparación profesional, le llevó a ocupar un puesto relevante en el primer
gobierno de Felipe González. Precisamente como súper ministro se enamora de la
mujer más mediática y más alejada de lo que podría entrar en los cánones de un
intelectual que pasaba por ser una de las cabezas mejor amuebladas del país. Ella
era Marquesa de Griñón por
matrimonio y reina de corazones por voluntad popular con despacho de trabajo en
el mundo frívolo de las revistas del corazón y Boyer, era ese hombre discreto,
súper ministro que llevaba casado 22 años con una prestigiosa ginecóloga con la
que tenía dos hijos, Laura y Miguel.
Ambos casados y ambos bordeando la frontera del “pecado”. Especialmente
no se entendía que un socialista, del partido socialista de aquellos primeros años
de democracia en los que vestían con traje de pana gruesa, muchos habían pasado
por la cárcel –Boyer sin ir más lejos estuvo seis meses en la prisión de Carabanchel-
y hablaban de los “ricos” como ahora Podemos habla de la “casta”, que acabase
relacionándose con la reina de corazones. No lo tuvieron fácil pero el
resultado no ha podido ser más enriquecedor para ellos.
Isabel
Preysler y Miguel Boyer se conocieron en unas lentejas de Mona Jiménez, una señora de la sociedad
madrileña que organizaba comidas en su casa y reunía alrededor de un puchero de
lentejas a lo mejor y más diverso de la sociedad. En las conocidas como “Las lentejas de Mona” surgió la relación
y tuvo que ser un flechazo porque su vida no tardó en entrar en un bucle. Viajes
a París, comidas en el extrarradio, donde era más difícil encontrarse con
conocidos y detalles entrañables, fue muy comentado uno de los primeros regalos
que le hizo Boyer a Isabel coincidiendo con unas navidades, le envió un juego
de maletas de Loewe que ella devolvió.
También por culpa de ese seguimiento mediático en el que entró al emparejarse
con Isabel Preysler, sus salidas trascendían y eso permitía que Ruiz Mateos, al
que el súper ministro le expropio todas sus empresas, le siguiera y montase un
númerito delante de las cámaras que siempre les esperaban para llamar la
atención sobre su “injusticia”. Vestido de superman les arrojó una tarta y
también hizo famoso el grito de “Que te pego leches”. Eran los avatares de ser la pareja de la
mujer que posiblemente más portadas haya protagonizado en la prensa española.
Formaron parte de lo que se llamó la “Beautiful people”, Mariano Rubio
y Carmen Posadas o Elena Boyra y
José Federico de Carvajal, hombres en cargos de representación casados en
segundas nupcias que formaban parte del poder. Isabel Preysler y Miguel Boyer
consiguieron los divorcios de sus respectivos maridos, ella renunció a ser
marquesa de Griñón y han pasado 26 años felizmente casados con una hija Ana Boyer que ha heredado la inquietud
por la economía y el agnosticismo del padre. En 2012 un ictus cerebral le deja
el lado izquierdo paralizado y dificultades para hablar. La recuperación al
principio fue más rápida para llegar en los últimos meses a un punto de casi no
retorno, aunque seguían apostando por su recuperación con un equipo de
fisioterapeutas que diariamente trabajan con él. Nunca han perdido las
esperanzas de su recuperación y su muerte seguro que no creyeron que fuera a
ser inminente y menos el día de su santo.
Támara le llamaba
el tío Miguel y con él tenía grandes desacuerdos en cuestiones de religión
porque Boyer era profundamente agnóstico y aunque respetaba las ideas de
Tamara, le gustaba rebatirle sus teorías. Ana, no solía entrar en esos debates
porque estaba ideológicamente más cercana al padre, a cambio sí que le pedía
consejo y despejaba dudas mientras estudiaba la carrera, tenía uno de los
mejores maestros en casa. La pequeña de la familia estaba predestinada a
desarrollar su carrera en el extranjero, esa era su inquietud, pero el ictus
que sufrió su padre hace dos años y el amor que le tenía, le llevó a posponer
sus planes para estar cerca de sus padres, tanto es así que pudiéndose
independizar y vivir con su novio, ha preferido seguir en su casa para ayudar
en la recuperación de su padre.
También Isabel redujo sus salidas al máximo, vivía volcada
en la recuperación de Miguel Boyer, tanto que había hecho de la máxima “eres lo
que comes” una ley en su casa. Le
modificó la dieta, los alimentos eran orgánicos y lo más ecológicos posibles,
le cambio el pan blanco por el integral, suprimió el azúcar por la estevia y consiguió que comiese paella
de arroz integral, algo que antes del ictus se habría negado a probar. Estaba convencida que todo sumaba para su
recuperación. Isabel ha sido un ejemplo de que los votos que hizo al casarse, cuidarse
y amarse en la salud y en la enfermedad los ha ejercido hasta el final.
Los que han tratado a Miguel Boyer, le definen como irónico,
culto pero no pedante, con un gran sentido del humor y ahora que ha fallecido
seguro que su hija Ana me deja contar una anécdota entrañable. En una de las
visitas de Julio Jose y Charisse Verhaert a la casa de Puerta de Hierro, donde
vive la familia Boyer-Preysler, mientras preparaban su boda, Boyer se queda
mirando a Charisse y comenta, “que buena
está”. Una expresión impensable en el educadísimo exministro, pero la
enfermedad le había hecho ser más desinhibido.
Ayer por mañana a la hora y media de ingresar por urgencias
en la clínica Ruber, Isabel Preysler recibía el mazazo que nadie esperaba,
apoyándola estaban su hija Tamara, para la que ha muerto el “tío Miguel” y Ana que
pierde un padre y aunque es muy fuerte está absolutamente destrozada de pena.
El resto de hermanos; Isabel, Enrique y Julio José llegan hoy a Madrid para
acompañarse todos porque los Preysler-Boyer-Falcó son una piña.
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