NO
IMPORTA EL ARTE, IMPORTA EL SHOW
Por Carmen Duerto (publicado en www.diarioabierto y en La Razón)
“Ahora
si quieres vender moda tienes que poner una celebritie dentro. No importa el
arte, importa el show.” Esta contundente frase, cargada de
reproche, la soltaba al aire de Barcelona, una tarde de 2011 mientras comíamos
escudella catalana y hablábamos del fenómeno Alexander
Wang aupado por Anna Wintour. María Luisa Poumaillou, de soltera María Luisa
Ibarra, una venezolana exiliada en París, consiguió convertir la tienda que
abría en 1988 en la rue Cambon de París, en una de las referencias mundiales de
la moda. Luego llegaría Colette,
pero eso ya es otra historia.
Propietaria de una de las tiendas multimarca más
influyentes de París, lo que colgaba de sus perchas se convertía en tendencia
porque María
Luisa tenía el olfato de los grandes compradores de moda, que adivinan
nuestros gustos y marcan las tendencias. Sabía ver a largo plazo, el corto no
lo trabajaba. Fue universalmente conocida por su nombre de pila, sin apellidos.
Los 25 años que tuvo abierta su tienda de la rue Cambon en París, ha sido lugar
de peregrinación planetaría y sin internet, sólo por el boca a boca. Margiela, Gaultier, Galliano, Tisci, McQueen
o Christopher Kane, tienen mucho que agradecerle y los almacenes Printemps
también, porque supo darles una vuelta y convertir su sección de moda, en una
referencia internacional. Por citar una anécdota, decir que Karl Lagerfeld le
envió el carísimo bolso Milenio que creó para Chanel para festejar el cambio de
milenio, tan sólo porque María Luisa había comentado en una entrevista que ese
era un bolso imprescindible en un armario. Lo que ella decía creaba tendencia.
Nadie que la conociese en su primera época, podría
imaginar que de aquel cuerpo regordete, con un carácter tan difícil, era
extremadamente dura, podía evolucionar en el cisne en el que se convirtió, pero
de “casta le venía al galgo”, su madre, la señora Estrada, aún hoy cercana a
cumplir el siglo, levanta las miradas a su paso y sino que se lo pregunten a
Penélope Cruz, que se levantó de un restaurante parisino para aclamarla. María
Luisa, absorbió el buen gusto que vio en su casa y lo convirtió en un trabajo
muy rentable. Era muy inteligente manejaba la ironía como una maestra y vivía
alejada del peloteo, ella sería cortante pero una indiscutible trabajadora.
Ella no conocía la adulación para tratar con Carla Bruni, en su época de primera dama francesa, a la Begun Inaara o a Alicia Koplowitz o
cuando el millonario, Ricardo
Cisneros una noche vio luz en la tienda, llamó, entró y compró una cantidad
parecida a “Nueve semanas y media.” Amaba la moda y tenía detalles como vender el sobrante
de las colecciones que no se liquidaban en la temporada, Maria Luisa las vendía
a un precio rebajadísimo a los alumnos de las escuelas de moda. Por cierto, “sensacional” era una palabra que vivía
en su boca y así era ella; Sensacional.
La mejor forma que encontró para luchar contra el cáncer
que le detectaron hace años, fue la de seguir trabajando, incluso tenía la
intención de seguir abriendo tiendas por Oriente con su nombre. Ha muerto en
París a los 64 de edad.
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