“Volveremos a pasear de
la mano por el campo”
Kardam de Bulgaria, ha sido enterrado
en Madrid
Por Carmen
Duerto (publicado en el periódico español La Razón y en www.diarioabierto.es)
Un coche; un
Jaguar. Un kilómetro; el 42 de la A-1 y una hora; las 14.50, marcan para
siempre la vida de la
familia Bulgaria-Ungría. El tiempo se detuvo en una curva de la sierra
madrileña. Si la boda con el primogénito de una de las dinastías más antiguas
del Gotha real europeo, Kardam
Sajonia Coburgo-Gotha, convertía a Miriam
de Ungría, en princesa, ese kilómetro 42 la ha convertido en viuda, casi
siete años más tarde. Kardam amaba a su familia, se distraía con la jardinería
y era una excelente persona. A los dos los sacaron malheridos entre el amasijo
de hierros en los que se había convertido la lujosa berlina que les devolvía a
Madrid, después de haber pasado unos días en su casa de Riaza. Ella, diseñadora
de joyas, tenía medio cuerpo roto y al límite de quedarse paralítica. Kardam, que era el conductor, sufría el
impacto en la cabeza y entraba en un coma del que no se ha despertado, pese a
que Miriam siempre mantuvo la esperanza de “volver
a pasear de la mano por el campo algún día” y jamás, y no por ser creyente,
sino porque realmente estaba convencida, jamás tiró la toalla y ha vivido con
la esperanza de que ese coma que mantenía a su marido en ese estado de estar
pero sin estar, revertiría. La mayoría de sus allegados siempre supieron que
era irreparable, para Miriam, no. Ha tenido siete años para pensar en ese fatal
desenlace y cuando ha ocurrido toda esa lucha se viene abajo. Después de
intentarlo todo, con una larga estancia en Galicia, tratándose con un
especialista, el matrimonio se instala definitivamente en la casa familiar de
La Moraleja, una urbanización en la zona norte de Madrid. En el piso bajo de un
edificio comunitario de varias alturas con jardín, Miriam hace las reformas necesarias
para adaptar la vivienda a las nuevas necesidades de un hombre inerte en coma
que tiene que estar permanentemente asistido por personal especializado y ella,
por esa esperanza que nunca perdería, se adelanta a una hipotética recuperación
e instala agarraderas por las paredes por si algún día Kardam se levanta de la
silla.
Boris
y Beltrán, los hijos del matrimonio, asumieron desde el primer día con
enorme entereza, pese a ser unos niños de 10 y 8 años cuando el 15 de agosto de
2008 ocurría el accidente, el sufrimiento de ver en esa situación a su padre. Aún
así, a Kardam se le hablaba, los amigos que iban a casa le saludaban y hablaban
por si acaso él, en su estado vegetal, estuviese escuchando. A Kardam se le celebraban los cumpleaños
y Miriam reunía a la familia a su alrededor para celebrar cada nuevo avance que
ella imaginaba. En definitiva, se le hacía partícipe de todo lo que ocurría en
el mundo exterior. Kardam, aunque sólo participase con su presencia y abriese ocasionalmente
los ojos, tosiera o moviese imperceptiblemente una mueca de su rostro, ha sido
uno más y hasta ayer 7 de abril que moría en el hospital de Sanchinarro a pocos
metros de su casa, han sido cuatro los miembros de la familia Sajonia-Coburgo-Gotha-Ungría.
A los amigos,
Miriam, una mujer tímida, realista y racional aunque se aferrase a ese mínimo
tanto por ciento de “milagro”, les ha dado una lección de vida. Ha dado cariño
y fuerzas sin tenerlas ella y jamás perdió la esperanza porque la mente es un
misterio y ella sabía que hay casos en los que una persona despierta de un coma
profundo. Ella se ha aferrado hasta el final, a esa mínima opción que le
quedaba. El miércoles al mediodía, después de una ceremonia ortodoxa de
despedida, Kardam ha sido, después de haber estado en un coma profundo casi
siete años, enterrado en el cementerio de San Isidro de Madrid. Su mujer
Miriam, sus dos hijos; Boris y Beltrán,
La reina Sofía, la infanta Elena, sus padres, Simeón y Margarita, sus
suegros, hermanos y cuñados, especialmente Alfredo,
el matrimonio Aldama o David Hachuel han despedido a un buen hombre que fumaba
mucho y vivió sin hacer ruido.
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