jueves, 5 de mayo de 2011

Si me quereis, invitarme a gominolas

En 2009 la joyería Grassy, establecida en el centro de Madrid, apostaba por una línea de sortijas divertidas, de muchos colores y casi comestibles: las gominolas. Piezas alejadas de la ostentación y especialmente, de lo "ostentoreo". No hay dos sortijas iguales y se van haciendo a la medida y al capricho de las piedras.
Las piezas se montan sobre una estructura cuadrada en oro rosa, amarillo o noble en la que se engastan combinaciones de piedra de luna, zafiros y cuarzos de varios colores, calcedonias, amatistas, esmeraldas o diamantes. Las tallas varian: en cabujón, brillante, oval, marquís o sello según cada piedra y la sortija.
Alejandra Hernández, su diseñadora, se enfrenta a cada una como si fuera una tabula rasa sobre la que pone, quita, juega con los colores y las tallas de las piedras hasta conseguir el equilibrio. La diseñadora recuerda los juegos en el patio del colegio donde se daba forma a la plastilina, se comían caramelos de todos los colores y se imaginaba hasta el infinito. El juego, esta vez de adultos, se transforma en exquisitas sortijas únicas rebosantes de alegría y diversión. Una chuchería joyera al alcance de todos.
Los precios no pueden ser más atractivos. Por ejemplo, la sortija gominola de oro noble y cabujones de esmeralda cuesta 1.115 euros y la de oro rosa que lleva montado una piedra de cuarzo rosa milky y una turmalina ronda los 1.250. Es la mejor forma de atraer a un público que, debido a su poder económico limitado, aún es inédito para la alta joyería.






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