martes, 22 de marzo de 2011

El embrujo de Shanghai


Me ha sorprendido el consumo de marcas occidentales de alta gama en Shanghai. Edificios de varias plantas para albergar a Vuitton, a Cartier y a Prada. El lujo convive con las copias. A un par de calles de distancia de los auténticos, se encuentran los centros comerciales en donde todo lo que se vende son imitaciones, las tienes todas y a unos precios alucinantes, después de media hora regateando; 40, 60 euros...Los occidentales se vuelven locos.
Es una obviedad necesaria recordar que China es un país comunista porque me ha sorprendido el consumo de marcas occidentales de nivel alto en la ciudad de Shanghai. Los que aquí son ricos, lo son y mucho. Sólo en Shanghai viven más de 23 millones de personas pero un grupo numeroso de millonarios chinos consume por ellos y por todos sus compañeros. En esa macrociudad, en la que se copian hasta los edificios -por ejemplo, el edificio Chrysler de Nueva York, tiene aquí un gemelo- conviven dos mundos en uno y, desde luego, es lo opuesto a la imagen preconcebida que uno podría tener de un país con la economía controlada desde el Estado. Se dan detalles ambiguos como no que no funcionen facebook o twitter y, a la vez, Internet sea gratis en el hotel.

Desde hace siete años la firma de moda Mango está abriéndose mercado en China. Ya son 134 puntos de venta los que tienen en ese país y su base de operaciones la han establecido en Shanghai, donde tienen el 40 por ciento de producción textil. Desde España puede parecer que 134 puntos de venta son muchos para su responsable de expansión David Sancho. "Es una cantidad pequeña en este continente, date cuenta que hablamos de proporciones de población que no existen en Europa. Tenemos pensado abrir 60 más y en 2015 esperan llegar a las 300 tiendas". Se han posicionado en un sector medio alto y cuentan con cuatro tiendas en los lugares estrátegicos de moda de la ciudad, junto a Louis Vuitton, Uniclo, la tienda Apple o Cartier. Después de años expandiéndose por Asia, han pensado que era el momento de organizar un desfile con el que fidelizar y hacer marca en el epicentro. El sorprendente The Waterhouse South Bund de Shanghai, un hotel que parece una nave abandonada de pescado con sus grietas, desconchones y mobiliario minimalista en la antigua zona portuaria, tuvo lugar el desfile "Modernist Resort". El show fue una versión abreviada del que pudo verse en el antiguo Palacio de Correos de Madrid con las propuestas para esta primavera y verano.

En primera fila, debajo de las farolas callejeras que viajaron desde Barcelona, una "it girl", Olivia Palermo, con la que los chinos -que son muy fashionistas- se volvieron locos. Un diplomático español, Antonio Segura, que es nuestro cónsul desde el 2007 en esa parte del mundo y que antes de sentarse comentaba "hay 290 o 300 empresas españolas instaladas aquí y desde luego esta ciudad levanta mucho interés". Junto a ellos, la top internacional, Emma Pei, que puso la cuota local.
A falta del dueño de la firma Isak Andic, que no pudo desplazarse hasta Shanghai, dejó la representación en buenas manos; el responsable máximo de Mango para el mercado asiático; David Sancho -que vive en la ciudad- y la directora de comunicación, Ninona Vila -que se desplazó con parte de su equipo desde Barcelona-, lo dieron todo en la presentación y posterior celebración.

Olivia está tan encantada con los Mango que su 25 cumpleaños lo celebró en una fiesta que le dieron por sorpresa. Palermo, que no es muy de eventos, aunque se los haga todos, de ahí su éxito, después del desfile, subió a su habitación se conectó un poquito al ipad, a la blackberry, se puso el vaquero y la bota plana y se esfumó a cenar con su nueva publicista (en NY son más de publicista que de manager). El resto también lo dimos todo en el embrujo de la noche de Shanghai, que tiene más marcha que una Feria de Abril en domingo. Gracias a que Willy, el catalán que está triunfando con su restaurante español en Shanghai, nos dio unas buenas raciones de tortilla de patatas, pan con tomate con su loncha de jamón de pata y salmón con trufa negra pudimos aguantar la noche en la que la luna se hizo superluna e inmensamente grande para sentir el embrujo de Shanghai

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