sábado, 30 de octubre de 2010

Hay gente que dió la vida por votar

http://www.diarioabierto.es/3115/hay-hombres-que-luchan-toda-la-vida

Lentamente van desapareciendo las personas que hicieron de su vida una lucha social. Gente que fue a la cárcel por pedir libertad de expresión o por exigir su derecho al voto. Situaciones que ahora están perfectamente aceptadas y adaptadas, tanto que apenas reparamos en ellas y en mi caso, no las usamos.
Al conocer la muerte de Marcelino Camacho, no pude evitar recordar a La Pasionaria, cuando conocí y entrevisté a Dolores Ibarruri, ya era una especie de mueble abandonado de su partido. Un trasto viejo arrinconado en un despacho prestado. Ella, sin embargo, detrás de esa apariencia de viejecita vestida de negro, tenía un voz potente y una energía sobrenatural que le brotaba por todos sus poros. Me hablaba de libertad, de lucha, de la Pirenáica, de derechos, de reivindicaciones...lo más curioso es que me relataba su propia historia, algo relativamente reciente, que había sucedido hacía unos años. No estaba leyéndome un libro de historia clásica, era testigo de la historia contemporánea.
Pertenecía y pertenecen a una generación que se ha dejado la piel para suavizar y asfaltar un camino de socavones. Nos han dejado una herencia impagable, no perfecta, pero sí bañada en sangre y en asfixia. Yo ahora, no voto voluntariamente y no lo hago porque no tengo ninguna motivación. Viendo lo que cuesta la democracia, me parece una frivolidad no hacer uso de algo tan valioso. No me interesa ninguna de las escasas opciones y lo peor de todo, es que he perdido la fé. No creo. Soy una agnóstica política.
Me duele no hacer uso de algo tan valioso, una herencia por la cual la generación precedente se dejó la piel y girones de vida.
 Algo por lo que en otras partes del mundo aún se penaliza con la carcel, como el reciente Premio Nobel de la Paz.

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